martes, 29 de julio de 2014

Los helados y las recetas “a tu estilo”

El mundo del helado (me refiero al helado de calidad, el helado artesano italiano, que es el que intentamos reproducir aquí) es muy diferente al del resto de recetas de cocina a las que uno suele estar acostumbrado. Posiblemente ya lo hayáis notado: lo que en otras recetas es “una cucharada”, “una pizca”, añadir tal ingrediente “al gusto”, etc, aquí son gramos exactos; y cuando en cualquier otra receta no sólo está permitido, sino que es hasta bueno que cada cocinero adapte la receta a sus gustos, cambiando las proporciones de los ingredientes, suprimiendo alguno o añadiendo otro, para obtener recetas que pueden superar incluso a la original (o, al menos, ser más del gusto de quien la elabora, que es lo que importa), aquí se convierte en una advertencia de “respeta escrupulosamente los ingredientes, las cantidades y el proceso de elaboración”, como si en vez de dirigirnos a personas ya fogueadas en materia culinaria, lo hiciéramos a niños que están aprendiendo y que pueden echar azúcar a un guiso en lugar de sal. ¿Estamos tontos o qué?

Entiendo que más de uno pensará algo así, o que yo soy una cuadriculada que no me salgo un ápice de mis fórmulas o de lo que obtengo de la hoja de cálculo con la que formulo mis recetas (¡¿una hoja de cálculo para hacer recetas?! ¡ésta está para que la encierren!), pero la verdad es que todo esto tiene una razón (o varias) para ser así. Va a ser imposible explicar en una breve entrada del blog los diferentes parámetros que influyen en la calidad y textura de un helado, o cómo los diferentes pasos del proceso de elaboración influyen de una u otra forma en el resultado, pero intentaré esbozar los principios fundamentales. Ya sabéis que quienes queráis profundizar en este tema, fundamental para poder alterar las recetas a vuestra voluntad garantizando que el resultado sigue siendo óptimo, tenéis toda la información detallada en el libro.

Cambiar ingredientes y/o cantidades
Es lo primero que uno está tentado a hacer en cuanto ve una receta: “qué buena pinta, pero no me gusta el cilantro; no se lo voy a poner”; o “tiene que estar delicioso, pero le voy a añadir pimienta que seguro que lo mejora”; o bien “qué guiso más rico, pero le voy a poner carne de cerdo en vez de pollo”. Todo esto es lo más normal del mundo en la cocina, ¿no? Pues cuando uno ve una receta de helado, lo lógico es que piense lo mismo: “huy, qué rico helado de chocolate, pero seguro que está mejor si le echo el doble de cacao, que a nosotros nos gusta bien negro”; o “qué buena pinta, pero lleva licor y no me hace gracia; no se lo voy a poner” (o viceversa), etc. Es lo más normal del mundo si uno simplemente se encuentra con una receta de helado y no conoce la teoría del helado.

¿Qué sucede si se cambian los ingredientes o cantidades en un helado? Depende: si hablamos de una receta de helado casero típico, de las habituales que se encuentran por ahí, probablemente no pasará gran cosa, porque son recetas “a prueba de bombas”, muy ricas de sabor pero con unas texturas mucho más untuosas y pesadas que las de un helado artesano de tipo italiano. Aquí nos referimos a estos últimos, que sin duda tienen una mayor calidad en general... pero que a cambio son bastante más delicados en su elaboración, obligando a respetar escrupulosamente algunas reglas si queremos que el resultado sea todo lo bueno que deseamos (textura esponjosa, ligera, baja en grasas y no excesivamente dura incluso recién sacado del congelador).

En este tipo de helados, cambiar un ingrediente por otro o sus cantidades, afecta al equilibrio de la fórmula. La fórmula del helado italiano tiene que estar equilibrada en una serie de parámetros (materia grasa, sólidos lácteos, sólidos totales en suspensión, punto de congelación de la mezcla…) para poder obtener un resultado perfecto. El cambio de ingredientes o sus cantidades suele afectar a uno o varios de estos parámetros, incidiendo negativamente en el resultado. Cómo de negativamente, depende: puede tratarse de un cambio que no notemos demasiado (helado algo más o menos graso, más o menos dulce, más o menos duro…) o puede ser un cambio tan drástico que nos carguemos el helado (helado imposible de mantecar en la heladera, que no se congela; o helado compacto y duro como una piedra, etc). Todo depende de qué hayamos cambiado.

Un ejemplo ya comentado: añadir o quitar alcohol (licor) a un helado. El alcohol es un anticongelante potentísimo, y añadirlo incluso en pequeñas cantidades tiene un efecto muy grande en la temperatura de congelación de la mezcla de helado. Por esta razón, si a un helado formulado para tener la textura idónea sin alcohol le añadimos licor, lo más probable es que nos encontremos con un líquido que no somos capaces de convertir en helado con nuestra heladera, porque el helado original ya estaba formulado para tener el punto de congelación adecuado (esto es clave para que no esté demasiado duro recién sacado del congelador) y al añadir el alcohol lo hemos bajado aún más, haciendo imposible su mantecación. Si lo hacemos al contrario (quitar el licor de una receta), no será tan grave, porque podremos hacer el helado (se hará rapidísimo en la heladera, se congelará enseguida), pero a cambio estará como una piedra cuando lo saquemos del frigorífico, y lo más probable es que también esté demasiado compacto, porque no haya incorporado suficiente aire en su interior durante la mantecación (el aire contenido en el helado es un factor fundamental para su calidad, para una buena textura; incluso afecta a la precepción del sabor).

Algo parecido puede ocurrir si simplemente cambiamos un licor por otro, ya que el contenido en alcohol y azúcares puede variar, lo cual afectará tanto al dulzor como al punto de congelación (también el azúcar es un anticongelante, aunque mucho menos efectivo que el alcohol).

Con otros ingredientes puede ocurrir algo similar, como si echamos más o menos cacao a un helado, por ejemplo: el cacao contiene grasas, que modificarán el contenido graso del helado, lo que, aparte del tema nutricional, afectará a su textura final y a su capacidad de incorporar aire durante la elaboración. Además, el cacao endurece el helado, por lo que añadirlo o quitarlo tendrá efectos similares a los que comentábamos con el alcohol (aunque no tan acusados).

No hablemos ya de prescindir de la lecitina de soja, por ejemplo, lo cual puede parecer muy lógico: “total, 5 gramos más o menos ni se van a notar, no voy a ir a la tienda sólo por esto, no le pongo y punto”. Grave error: la lecitina, nuestro emulgente “de cabecera”, es un elemento fundamental para la cremosidad y textura de nuestro helado. Su correcta dosificación es también muy importante (ni pasarse ni quedarse corto).

Son sólo algunos ejemplos, porque los efectos pueden ser muy variados y de diferentes grados de “gravedad” en el resultado, según qué ingrediente modifiquemos.

¿Significa todo esto que no podemos cambiar una receta de helado? Por supuesto que no: simplemente quiere decir que, si cambiamos algo, debemos tener en cuenta sus efectos para compensarlos de alguna otra forma. Todo (o casi todo) puede hacerse, pero actuando sobre el resto de ingredientes para compensar los efectos de esos cambios y mantener el equilibrio de los parámetros clave de la mezcla, asegurando el resultado final.

¿Suena lioso, casi como demasiado científico y alejado de las prácticas habituales en la cocina? Seguro que sí, pero en realidad no es tan complicado. Pero las reglas del helado hay que conocerlas si queremos obtener un resultado óptimo, eso está claro.

El proceso
¿Y qué me decís de respetar escrupulosamente el proceso? ¿Qué ocurre si paso de medir las temperaturas, si añado los ingredientes en el orden que me da la gana, o si simplemente lo mezclo todo a la vez en frío, sin más, y lo meto directamente en la heladera (o tal vez tras una o dos horas en el frigorífico)? Pues lo mismo: que si hacéis esto (todo o parte) seguramente tendréis un resultado comestible y hasta bueno de sabor, pero con una textura muy alejada de la del helado de heladería (de buena heladería, que hay cada una por ahí… otro día hablaremos de eso).

En este caso, respetar el proceso influye en que la mezcla esté adecuadamente preparada para que la textura final del helado sea suave, cremosa y ligera, y que sea capaz de incorporar aire adecuadamente durante la mantecación en la heladera.

Las temperaturas y tiempos influyen principalmente en que los emulgentes (en nuestro caso, lecitina de soja, que es el más fácil de conseguir) y estabilizantes (si los usamos) sean capaces de desarrollar adecuadamente su función. La correcta agitación y, de nuevo, las temperaturas, también ayudan a la correcta emulsión de las grasas en el seno acuoso de la mezcla, descomponiendo los glóbulos de grasa en finísimas partículas uniformemente distribuidas por todo el helado, dándole cremosidad (los emulsionantes, por su parte, mantendrán la emulsión estable en el tiempo, evitando que las partículas grasas tiendan a unirse de nuevo entre sí, como ocurre si mezclamos agua y aceite y lo dejamos reposar). El tiempo de reposo de varias horas en el frigorífico (maduración) nos asegurará también que los aditivos vayan desarrollando correctamente su función, al permitir que las moléculas de unos y otros vayan combinándose entre sí (sí, al fin y al cabo, el proceso de crear helado es un proceso físico-químico).

Si no permitimos que todo este proceso se desarrolle como es debido porque cambiamos la forma de elaboración, las temperaturas o los tiempos…. pues al final no servirá de mucho haber cuidado tanto la formulación del helado, porque el resultado no será el que esperábamos.

Conclusión:
Sí, hacer buenos helados es delicado, es un proceso que requiere cuidado y atención a los detalles para conseguir un buen resultado. Pero no es difícil ni engorroso. Cuando se domina, el helado se hace en veinte minutos (sin contar los tiempos de espera, como la maduración en frigrorífico o la mantecación en la heladera), y el resultado os aseguro que merece la pena.

Si os atrae todo este fascinante mundo del helado y queréis conocer en detalle todos sus secretos para elaborar buenos helados a vuestro gusto, con vuestras propias recetas, ya sabéis que tenéis toda esa información aquí.

jueves, 24 de julio de 2014

Helado de “chocomisú”

¿Chocomisú? ¿Qué narices es eso? Pues un invento, una receta de tiramisú con cacao añadido. El resultado es un sabor diferente, original: la mezcla del chocolate, el café, el queso y el amaretto.

Esta receta está preparada para elaborar con un queso fresco de tipo Burgos en lugar de con mascarpone. ¿Por qué? Pues porque el mascarpone es básicamente una especie de queso fresco hecho con nata; podríamos usar mascarpone directamente, o un queso fresco cualquiera añadiendo nata a la mezcla, y el resultado sería parecido en sabor e idéntico en textura. En realidad, ganamos sabor a queso usando queso fresco, porque el elevado contenido graso del mascarpone nos limita mucho la cantidad a utilizar para no desequilibrar la fórmula. De modo que he optado por la opción sencilla, económica y más sabrosa de usar un queso fresco corriente en esta receta. No obstante, os dejaré también la versión para los que prefieran usar mascarpone. Personalmente no la he probado, pero está formulado para que el resultado sea idéntico en textura, aunque el sabor del mascarpone será más sutil.

Os recuerdo que, aunque siempre presento aquí el proceso para ser elaborado en un robot de cocina, podéis hacerlo igualmente en un cazo al fuego y con batidora, aunque es conveniente usar un termómetro de cocina (los hay por 3 a 5 euros en webs chinas, con envío incluido) para respetar lo más posible las temperaturas.

Agua: 20 g
Leche entera: 150 g
Nata líquida 35% MG: 110 g
Café soluble liofilizado: 7 g (3,5 cucharaditas de café colmadas; o 3,5 cacitos rasos de los usados para medir la leche en polvo)
Cacao puro en polvo: 16 g 
Queso fresco de tipo Burgos: 300 g
Amaretto (o un licor de almendras amargas) (28º): 25 ml (o 25 g, es prácticamente equivalente). Muy importante medirlo bien (una jeringuilla resulta muy útil para esto)
Estabilizante (opcional): 2 g (no es necesario, pero le va bien; podéis usar cualquiera de los indicados aquí)

Receta alternativa usando mascarpone en lugar de queso de Burgos:
(Para saber cómo medir las cantidades más pequeñas, lee esta entrada)
Leche desnatada: 430 g
Café soluble liofilizado: 7 g (3,5 cucharaditas de café colmadas; o 3,5 cacitos rasos de los usados para medir la leche en polvo)
Cacao puro en polvo: 16 g 
Queso mascarpone: 150 g
Amaretto (o un licor de almendras amargas) (28º): 25 ml (o 25 g, es prácticamente equivalente). Muy importante medirlo bien (una jeringuilla resulta muy útil para esto)
Estabilizante (opcional): 2 g (no es necesario, pero le va bien; podéis usar cualquiera de los indicados aquí)

Preparación en Thermomix o similar:
  1. Echar el agua, la leche y la nata en el vaso y poner en marcha el agitador. Agregar el cacao y el café soluble y batir enérgicamente, utilizando la máxima velocidad de la máquina durante al menos 30 segundos.
  2. Calentar hasta 40ºC sin dejar de remover a velocidad media.
  3. Una vez alcanzados los 40ºC, añadir el azúcar invertido y la lecitina de soja (y el estabilizante, si se usa), y remover de nuevo a la máxima velocidad.
  4. Calentar hasta 85ºC manteniendo una agitación media.
  5. Mientras se calienta la mezcla, añadir el queso fresco, batiendo de nuevo un rato a máxima velocidad para que se integre bien.
  6. Alcanzados los 85ºC, mantener la temperatura unos 10 segundos (aproximadamente, no es crítico), y acto seguido verter la mezcla en el recipiente donde vayas a conservarla para el proceso de maduración.
  7. Enfría el recipiente con la mezcla al baño maría en agua con sal y mucho hielo. Nuestro objetivo es enfriar la mezcla hasta los 4ºC en menos de una hora.
  8. Meter la mezcla en el frigorífico para su reposo y maduración entre 6 y 12 horas.
  9. Mientras madura la mezcla, medir la cantidad de amaretto a añadir al helado y meterlo también a enfriar en el frigorífico.
  10. Tras el reposo de la mezcla, añadir el amaretto frío y remover bien (con batidora, preferiblemente).
  11. Mantecar en la heladera durante unos 45 minutos, o hasta que observéis que la heladera no es capaz de endurecer más la mezcla (habitual en heladeras de acumulador, al ir perdiéndose capacidad de enfriamiento con el tiempo)
  12. Verter la mezcla en el recipiente definitivo que vayáis a conservar en el congelador, y congelar. Con el paso de las horas, el helado irá adquiriendo su consistencia y textura definitivas.

Sugerencia:
Si queréis, una vez mantecado el helado podéis añadirle trozos de bizcocho de soletilla (o similar) impregnados en un sirope hecho con una mezcla de café, cacao, azúcar y amaretto. Podéis distribuir estos trozos de bizcocho emborrachado en el seno del helado y meter al congelador; el resultado será una mezcla de helado con bizcocho que recordará más al tiramisú (aunque con el especial sabor a chocolate de esta particular versión).

Comentarios y variaciones:
  • Al igual que comenté para el helado de bombón de licor, el contenido alcohólico final de este helado es prácticamente despreciable, por lo que no hay problema en que puedan consumirlo los niños. Con la receta presentada aquí, el grado alcohólico del helado será de tan sólo 0,9º (como una cerveza “sin”), y además las raciones habituales son mucho más pequeñas que una cerveza.
  • La receta está formulada para el amaretto que yo he utilizado, con una graduación de 28º. Si queréis usar algún otro licor, no hay problema siempre que tenga una graduación parecida. Si fuera superior, podríamos tener dificultades para hacer el helado, que podría quedar líquido; si fuera inferior, simplemente nos quedaría más duro. Pero siempre puede ajustarse la cantidad de licor de forma que la cantidad de alcohol que añadimos al helado no varíe (teniendo en cuenta que el grado alcohólico representa el % de alcohol).
  • Si en vez de licor usamos un destilado (como coñac), aparte del efecto del alcohol tendremos el efecto de la pérdida de azúcares que aporta el licor. Esto nos modificará ligeramente el dulzor del helado, y también su dureza, por lo que en sentido estricto deberíamos reformular la receta; pero dadas las cantidades de licor que estamos utilizando, el efecto en el resultado no debería ser muy “grave”, de modo que podéis hacer el cambio si lo deseáis (siempre que corrijáis lo correspondiente al grado alcohólico, que sí tiene un efecto tremendamente más acusado).
  • La cantidad de café soluble podéis modificarla a vuestro gusto, hacia arriba o hacia abajo, o incluso suprimirla: es de los pocos ingredientes que no tiene ningún efecto apreciable sobre el equilibrio de la fórmula.

lunes, 14 de julio de 2014

Helado de bombón de licor

El helado de hoy es un helado de chocolate negro, pero con un toque de licor; es un helado cuyo sabor recuerda a esos exquisitos bombones de licor que a muchos nos encantan.
Aunque es un helado que contiene alcohol, la cantidad es tan reducida que el helado pueden consumirlo los niños sin problema: su graduación final es de sólo 1,4º, poco más o menos lo que una cerveza "sin alcohol", y además las raciones de helado típicas son más pequeñas que beberse una de estas cervezas.
Os recomiendo usar un licor de calidad, que aporte un sabor intenso y agradable pese a la escasa cantidad añadida. En el caso del brandy/coñac, os aseguro que la diferencia en el resultado es enorme según que usemos uno barato o uno realmente bueno.


Agua: 330 g
Cacao puro en polvo: 16 g 
Cobertura de chocolate al 52% de cacao: 185 g
Lecitina de soja: 5,5 g 
Azúcar invertido: 115 g
Brandy (42º): 25 g (o 25 ml, es prácticamente equivalente). Muy importante medirlo bien (una jeringuilla resulta muy útil para esto)

Preparación en Thermomix o similar:
  1. Echar el agua en el vaso y poner en marcha el agitador. Agregar la leche en polvo y el cacao y batir enérgicamente, utilizando la máxima velocidad de la máquina durante al menos 30 segundos.
  2. Calentar hasta 40ºC sin dejar de remover a velocidad media.
  3. Una vez alcanzados los 40ºC, añadir el azúcar invertido y la lecitina de soja, y remover de nuevo a la máxima velocidad.
  4. Calentar hasta 85ºC manteniendo una agitación media.
  5. Mientras se calienta la mezcla, fundir la cobertura de chocolate en el microondas, con cuidado de no llegar a quemarla. Añadirla a la mezcla mientras ésta sigue calentándose, batiendo de nuevo un rato a máxima velocidad para que se integre bien.
  6. Alcanzados los 85ºC, mantener la temperatura unos 10 segundos (aproximadamente, no es crítico), y acto seguido verter la mezcla en el recipiente donde vayas a conservarla para el proceso de maduración.
  7. Enfría el recipiente con la mezcla al baño maría en agua con sal y mucho hielo. Nuestro objetivo es enfriar la mezcla hasta los 4ºC en menos de una hora.
  8. Meter la mezcla en el frigorífico para su reposo y maduración entre 6 y 12 horas.
  9. Mientras madura la mezcla, medir la cantidad de coñac a añadir al helado y meterlo también a enfriar en el frigorífico.
  10. Tras el reposo de la mezcla, añadirle el coñac frío.  Lo normal es que tras la maduración, la mezcla presente un aspecto muy espeso, como de mousse de chocolate semisólida; pásale bien la batidora para licuarla de nuevo y poder verterla en la heladera (siempre con el motor de ésta en funcionamiento).
  11. Mantecar en la heladera durante unos 45 minutos, o hasta que observéis que la heladera no es capaz de endurecer más la mezcla (habitual en heladeras de acumulador, al ir perdiéndose capacidad de enfriamiento con el tiempo)
  12. Verter la mezcla en el recipiente definitivo que vayáis a conservar en el congelador, y congelar. Con el paso de las horas, el helado irá adquiriendo su consistencia y textura definitivas.

NOTAS

Sobre la mantecación en la heladera: Esta receta está formulada al límite de las capacidades de enfriamiento de las heladeras caseras típicas. Por esta razón, aseguraos de que la cubeta de la heladera está bien congelada (mínimo de 24 horas en el congelador; yo os recomiendo 48 horas, por seguridad, para esta receta) y que la mezcla también está fría, recién sacada del frigorífico. Puede ayudaros meterla también 10 ó 15 minutos al congelador antes de verterla en la heladera (aunque después de haberla batido), para "ayudar" a ésta en el proceso. Pero no os paséis de tiempo en el congelador, ya que si su temperatura bajase demasiado, dificultaríamos el "espumado" (la introducción de aire en la mezcla) durante la mantecación.

Sobre el chocolate utilizado: Esta receta se ha formulado para un chocolate de cobertura con un 52% de cacao. Como ya comenté en la receta del helado de chocolate básico, si utilizáis cobertura al 70%, estaréis cambiando las proporciones de azúcar, de cacao y de manteca de cacao en la mezcla, lo que afectará a su dureza, su dulzor y su contenido en materia grasa. El delicado equilibrio del helado se verá alterado. Próximamente os presentaré la receta equilibrada para los que queráis usar cobertura al 70% de cacao en lugar de al 52%, sin diferencias en el resultado (la intensidad del sabor a chocolate es la misma, ya que altero las fórmulas de modo que el contenido en cacao del helado sea el mismo independientemente del tipo de chocolate utilizado).
Ya comenté que yo suelo usar cobertura al 52% porque uso la del Lidl, que es de gran calidad y muy buen precio.

Sobre el licor utilizado: La receta de hoy la he hecho con brandy (o coñac), que es un sabor que le va muy bien al chocolate, pero podéis usar el licor que más os apetezca, siempre que tenga una graduación similar (unos 40º). Si la graduación fuera distinta, habría que modificar la cantidad de licor para no alterar la textura del helado.
La razón es que el alcohol es un potente anticongelante. La receta de hoy está ya formulada al límite de las capacidades de enfriamiento de las heladeras caseras de acumulador, para conseguir un helado comestible directamente salido del congelador; si aumentárais la cantidad de licor, el helado quedaría tan blando que la heladera sería incapaz de mantecarlo. Por el contrario, si reducís la cantidad de licor, el helado quedará algo más duro directamente sacado del congelador, pero esto no es grave: basta con esperar unos minutos a que se ablande.
Si queréis usar un licor de graduación diferente, podéis hacerlo siempre que la cantidad de alcohol final sea la misma (o menor, si no os importa que esté un pelín más duro). Es decir, teniendo en cuenta que la graduación de un licor representa el % en volumen de alcohol, podemos hacer la equivalencia fácilmente. Por ejemplo, los 25 cl de brandy de 42º que pongo aquí, equivaldrían en alcohol a 50 cl de otro licor de 21º.